El viajero avezado sabe que hay viajes en los que uno sintoniza con la historia. Se saca selfies donde la humanidad ha vivido escenas definitorias: allí han cortado cabezas con guillotinas, descansan los restos de un poeta universal, han coronado un rey o un tirano ha plantado bandera de derrota.
Luego hay otros destinos donde la naturaleza manda y el paisaje es el protagonista. A veces son los furiosos verdes tropicales, otras los dorados del desierto. Y esos tonos instalan un estado de ánimo que, en destinos tropicales puede llegar a la euforia como si para empardar tanto estímulo hubiera que bailar salsa.

La Patagonia austral nos traslada a otros estados. En el Parque Nacional los Glaciares, el más grande de la Argentina, ubicado en la provincia de Santa Cruz, los flashes se los llevan los glaciares, en plural porque son muchos los que se pueden visitar e incluso caminar con crampones sobre el más famoso de ellos, el Perito Moreno. Pero estos colosos azules tienen un marco aún más colosal: la estepa patagónica. No es una llanura verde de cielos azules y soles impiadosos. Es una tierra parda, con vegetación escasa y el sol raquítico del fin del mundo. Y con una presencia constante: un viento que no perdona.
Desde cualquier ventana del hotel rural Eolo –nunca mejor llamado, en honor al dios griego del viento– se siente cómo este paisaje inmenso nos envuelve y nos llama al silencio y la contemplación. Este fragmento de paisaje es apenas un alfiler, parte de las 53.446.000 hectáreas que van desde los Andes hasta el Atlántico y, en el sentido de los meridianos, desde los campos volcánicos de la Payunia, al sureste de Mendoza, hasta los pastizales del norte de Tierra del Fuego.

El Parque Nacional está junto a los Andes, donde nace –o muere– esta inmensidad parda amarillenta. En estos suelos pobres de escasas precipitaciones y bajas temperaturas, acosados por heladas durante casi todo el año y con vientos que superan los 100 kilómetros, crecen tenaces algunos arbustos achaparrados y espinosos y pastos duros y ralos. Vistos así, dejando mucho suelo desnudo en derredor, son una muestra del empecinamiento de la vida que insiste a pesar de todo. Hasta el más festivo y alegre de los viajeros se verá sorprendido por un pensamiento de este estilo: la fuerza de la vida en condiciones adversas. Al fin de cuentas, es un paisaje optimista.
No sólo los arbustos se las rebuscan. Muchas especies animales aceptan vivir aquí. Zorros, liebres, hurones, cuises, ratones de campo, todos ellos de los colores de la tierra y de cuarenta centímetros el más alto, como para pasar desapercibidos. También se ven caballos salvajes, especie introducida, que no ha logrado desplazar a las numerosas manadas de guanacos. Entre las aves, es fácil ver cóndores majestuosos cuyas alas desplegadas pueden llegar a los 3 metros, loicas de pecho rojizo y cauquenes a los que se les atribuye un romántico suicidio cuando su pareja de toda una vida muere.

El lago Argentino bordea el camino de ingreso al Parque Nacional. Un lago de aguas turquesa Caribe que daría un respiro a tanta monocromía, pero no. Sólo en los meses de verano, cuando el lago crece al recibir el agua de deshielo, el lago se ve cercano y refulgente. El resto de los meses, se divisa lejana apenas una mancha turquesa rodeada de una anchísima orilla fangosa y grisácea. También durante el corto verano, el suelo se ve salpicado de las flores amarillas del calafate, cuyo fruto comestible da nombre a la ciudad cercana al Parque.
A tanta inmensidad de tierra, le corresponde un cielo igual de imponente. De noche nos lleva a pensar que esas mismas estrellas que siguen brillando, guiaron a navegantes portugueses. De día, la combinación de los vientos y los picos montañosos, crean formas caprichosas que sólo se ven aquí y nos dejan embobados frente a la ventana. Quienes vengan a ver los glaciares, sepan que tarde o temprano la estepa patagónica los llevará a un instante de introspección metafísica.
La Patagonia es un bien de la Humanidad, por ello deberiamos cuidarla y protegerla siempre, por el bien de todos y de las generaciones que nos seguiran en el futuro. wb

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